The mysterious Boots (lleva siempre cinta americana)

Esta vez Roi a parte de contarnos una de sus anécdotas, nos aconseja un viaje  bueno, bonito y barato…

Bueno, poco a poco desaparecen los hielos, los fríos y las lluvias, aunque algún coletazo extra ya tendremos.

¡A disfrutar!, llega la Semana Santa y en un salto, de nuevo el verano. Fuera humedades, desprendámonos de esas capas como si fuera el cambio de piel de una serpiente, ¡viva la ligereza de ropa!

Antes de entrar en materia, (nos iremos de nuevo a las áfricas), vamos con mi recomendación mensual:

Un viaje bueno, bonito y barato y a 3 horas de casa en avión, ¿dónde? Pues Polonia, la Polonia de allí, del este y que tiene un  gobierno  derechoso y con tendencia al recuerdo de tiempos pasados, que no siempre fueron buenos.

Plan para una semana: Tomaros el avión hasta Varsovia, disfrutad de sus museos, monumentos, gueto, sus calles medievales y para ir despidiendo la noche una cena romántica con unos deliciosos pierogis,  y…..por qué no terminar en alguna bodega, dejando que por vuestra garganta corra el destilado nacional, el vodka. Con 3 días perfecto.

Desde Varsovia tomamos el tren hasta Cracovia (3 horas), es allí donde un conocido Papa lo Dios, digo lo dio todo, un tal J.P. II. o Karol Wojtyla (nacido en Wadowice).

Podremos perdernos también por sus calles rodeadas de un comercio de lo mas cool, tomar un café en la Plaza del mercado, degustar sus excelentes cervezas en la parte vieja, y hacer manitas al atardecer en el parque Planty.

A las afueras de la ciudad podremos también visitar el Campo de concentración de Auschwitz, autentico museo de los horrores y del “nunca aprenderemos de la historia “

Otra excursión curiosa es hacer una visita las minas de sal de Wieliliczka, puedes ir en tren o bus desde el centro.

Con otros 3 días magistral.

Os aseguro que en las dos ciudades se puede vivir de una forma económica y con calidad. Uhhhhhmmmmmm

Bueno vamos al asunto africano.

Eran algo así como las 6 de la tarde en Mamba Bay (lago Malawi). Tras ver un espectacular atardecer, cenar, jugar con los perros del dueño del hotel y recordar las batallitas del día, decido retirarme a mi habitación a reposar este aguerrido cuerpo unas horas y preparar la ruta del día siguiente fresco como un tomate. Hasta aquí todo normal, pero cuando me acerco a la habitación, por cierto, con unas vistas espectaculares al lago, veo que las botas de monte que había dejado en la puerta para que se “ventilaran“ habían desaparecido por arte de magia ¡ zap zarap! Lo primero que pensé es que alguien del mi grupo me estaba jugando una broma. Hasta aquí todo casi normal. Me acuesto sin darle importancia al tema. Por la mañana, con las luces del alba y a la hora de desayunar, comienzo sutilmente a indagar su posible localización. Tras un buen rato, a la vista de que no aparecía el culpable de la broma y ante la cara de escepticismo de los componentes del grupo, comienzo a buscar mis botas, eso sí, disimulando como si la cosa no fuera conmigo, en los coches, la playa, en la cocina, los baños, etc… Una vez resignado, y como buen Mzungu (blanco), comencé a pensar que algún amigo de lo ajeno se había apropiado de ellas. Resignado, aviso a los compañeros para que vayan subiendo a los todo terreno, pues teníamos un largo día por delante y ya era hora de partir. Todavía mirando de reojo a ver si algún salao aparecía con mis estupendas botas, pero nada de nada. De repente oigo mi nombre y veo que un compañero se aproxima raudo y veloz con mis botas, acompañado por el perro del hotel y sus crías. Las botas habían aparecido, pero ¿dónde habían pasado la noche?  Pues las botas pasaron la noche vigiladas por el can y sus retoños y además fueron el juguete del mes a juzgar por el estado en que quedaron, mojadas, hechas jirones y con un tufillo especial. La familia canina daba saltos de alegría al ver las botas, pues me imagino que pensaban que sus juegos no habían acabado. Quedaban 15 días de ruta con algún que otro safari a pie, y yo sin calzado. De repente me acordé de la cinta americana, así que armado de paciencia me puse a envolverlas con la mencionada e intentar hacer el milagro de mantener las botas con vida por lo menos hasta el final del viaje. Y…  así fue, las botas aguantaron hasta el final, y se quedaron para siempre en Dar es Salaam. Este verano, al pasar por Mamba Bay, volví a ver a mis amigos los canes, que me miraban con una cara entre complaciente y pícara. ¡Ojalá pueda seguir viendo a mis pícaros compañeros de estancia muchos años más!

¡Diossss como me gustan los perros de 4 patas!

Solo los pies del viajero saben el camino “    

(Proverbio africano)

Hasta la próxima, compañeros y compañeras.

Roy desde mi estación meteorológica

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El Agente Bloguero
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