Que nueva aventura nos cuenta esta vez Roi. En esta ocasión se encuentra en Shaba (Libia), descubrira que los avances tecnológicos no sirven de mucho en este lugar.
Hola y feliz fin de verano.
Yo todavía sigo llevando pasajeros por el mundo, y os prometo que en la próxima misiva hablaremos de los Pax, nuestros queridos y amados Pax.
De momento os mando esta carta, es un poco antigua, pero… espero que nos sirva también de homenaje a esa gente que vive en países que están sufriendo por una u otra razón y que no pueden ser libres.
Aeropuerto de Shaba (Libia), 4 horas antes de la salida del vuelo con destino a Trípoli. Tras toda una ruta impresionante por el desierto de Akakus, cansados y felices, nos acercamos al mostrador de salidas para facturar nuestras maletas armados con nuestro pasaporte, billete electrónico y la paciencia que hay que tener en todos estos sitios. Dentro del caos de la terminal y ya encima del mostrador de facturación de lo que será nuestro avión de regreso, miro a la pantalla de salidas, que evidentemente está escrito en árabe y de vez en cuando en inglés, y de repente, ¡cuál es nuestra sorpresa! Tras mirarla tres o cuatro veces, veo que nuestro vuelo tiene “anunciada” la salida a las 20.00 en vez de a las 22.00. Eso equivale a un chute de adrenalina y a realizar el trabajo de un perro pastor para reagrupar a sus ovejas, que por cierto estaban desperdigadas realizando las últimas compras, WC, último café, etc. Cuando ya tengo a todo el grupo reunido, les comento que nuestro vuelo en vez de salir a la hora que pone en el billete electrónico, tiene su salida ¡ya! Inshala. Así que en un salto me planto delante del mostrador con todos los billetes y pasaportes y se los entrego al señor encargado de la facturación. El señor en cuestión comienza a mirar lo billetes de uno en uno, girando las hojas y volviéndolas a girar. Y me digo “Kristian, algo pasa que se te escapa de las manos! “. Y así fue, el señor me devuelve todos los billetes y me dice que no entiende nada. Pues paciencia, aunque se nos agotaba el tiempo para tomar el avión; pero por otro lado pensaba: ¿no nos dejarán en tierra a 16 pasajeros? Si el avión es capaz de despegar dos horas antes de su salida, también podrá esperar un poco más tarde, ¿no?
Charlando amistosamente con el jefe de mostradores de facturación del aeropuerto, puesto que en estos casos hay que ir a la persona más alta en el escalafón -sin atropellar a los que vas dejando abajo- (en este caso el jefe estaba de pie como pasajero en el mostrador y yo delante de la pantalla de la compañía sentado como un señor), me dice que ese billete expedido por su misma compañía no sirve, con lo que me da 16 tarjetas de embarque en blanco y un bolígrafo y me propone amablemente que rellene yo mismo los billetes. Ahora sí que me había pillado, los billetes estaban escritos en árabe. ¡No problemo!, dice, e insiste en que los rellene yo y que sólo ponga en cada billete un número del 1 al 16, es decir, un número por pasajero. Pues dicho y hecho, le doy los pasaportes comenzando por el mío, me lo devuelve sin hacer caso a los 15 pasaportes restantes y dice que ya vale, que OK, que pasemos a la sala de embarque, que el vuelo sale dentro de una hora, a las 20.30. Temiéndome lo peor, reúno de nuevo al grupo y les hago pasar a la sala de embarque directamente, pidiéndoles que se queden pegados a la puerta de salida que da acceso al autobús. De repente se abre la puerta y salimos todos corriendo por la pista al bus, como si jugáramos a silla perdida. Allí nos esperan todos nuestros equipajes en el suelo y nos solicitan, amablemente, que reconozcamos cada uno el nuestro, cosa bastante habitual en muchos aeropuertos. Reconocemos las maletas, incluso hubo pasajeros que reconocieron hasta tres maletas y ninguna era la suya. El objetivo era subir al avión y “pillar“ plaza. Subimos al bus delante de un Airbus nuevo, y a la carrera al avión. Ya casi dentro, nos dice la azafata que tomáramos el asiento que quisiéramos (sin numerar) y, como en un colegio, todos al asiento. Con todos los pasajeros ya dentro del avión, el capitán nos informa de que vamos a despegar inmediatamente, y así fue, sin problemas, con la salvedad de que en el aire miro el reloj y eran las 19.30, es decir, se había vuelto a adelantar la salida en media hora. Conclusión, aterrizamos en Trípoli a la hora que en teoría tenía que despegar el avión de Shaba, todos contentos y con nuestros billetes electrónicos en el bolsillo. ¡Sin tanta tecnología también se puede pillar un vuelo!.
Hasta la próxima compañeras y compañeros,
Roi desde una Pick Up en Guatemala.
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